martes, 22 de junio de 2010

PRESENTACIÓN DEL LIBRO LIMA: VISIONES DESDE EL DIBUJO Y LA POESÍA


Presentaciòn de libro


PALABRAS DE HÉCTOR ÑAUPARI

PRESENTACIÓN DEL LIBRO LIMA: VISIONES DESDE EL DIBUJO Y LA POESÍA

Casa de la Literatura, 18 de junio de 2010





Hay libros que todos citan y nadie lee. Cuyo título recuerdan desde el primer instante pero que nadie conoce, ni siquiera en su primera página. Tal es el caso de Lima, la horrible, el paradigmático ensayo de Sebastián Salazar Bondy.



Cabe decir al respecto que el título no es de Salazar Bondy. Como el poema Otra vez Amarilis, o Soy la muchacha mala de la historia, su autor es otro. El espléndido poeta César Moro escribió un poema llamado Viaje hacia la noche. Siguiendo la costumbre de los surrealistas, Moro apunta al final del poema lugar y fecha, y es allí donde encontramos, por ver primera, el título de nuestro ignoto ensayo: Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949.



En dicho poema, Moro hace un arte poética que, por esas extrañas circunstancias a las que es propensa la literatura, parece que se refiere también a la ciudad. Permítanme leerlo.



Viaje hacia la noche

Es mi morada suprema, de la que ya no se vuelve

Krishna, en el Bhagavad Gita

Como una madre sostenida por ramas fluviales
De espanto y de luz de origen
Como un caballo esquelético
Radiante de luz crepuscular
Tras el ramaje dense de árboles y árboles de angustia
Lleno de sol el sendero de estrellas marinas
El acopio fulgurante
De datos perdidos en la noche cabal del pasado
Como un jadear eterno si sales a la noche
Al viento calmar pasan los jabalíes
Las hienas hartas de rapiña
Hendido a lo largo el espectáculo muestra
Faces sangrientas de eclipse lunar
El cuerpo en llamarada oscila
Por el tiempo
Sin espacio cambiante
Pues el eterno es el inmóvil
Y todas las piedras arrojadas
Al vendaval a los cuatro puntos cardinales
Vuelven como pájaros señeros
Devorando lagunas de años derruidos
Insondables telarañas de tiempo caído y leñoso

Oquedades herrumbrosas

En el silencio piramidal
Mortecino parpadeante esplendor
Para decirme que aún vivo
Respondiendo por cada poro de mi cuerpo
Al poderío de tu nombre oh poesía

Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949.



Hoy, que he vuelto a leer el ensayo que menciono, para presentar el libro de Iván Fernández – Dávila, observo una siniestra actualidad en Salazar Bondy. Sus párrafos son como las bofetadas de un padre, y nos duelen tanto como las negativas del amor que nunca nos ha correspondido. Citémoslo: “Hace bastante tiempo que Lima dejó de ser [...] la quieta ciudad regida por el horario de maitines y ángelus, cuyo acatamiento emocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas para pervivir”.



Además, en la cita que reseño a continuación, parecería que Salazar Bondy recién acabara de pasar por el séptimo círculo del infierno de Dante en que los alcaldes que elegimos han convertido a Lima:



“Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso [...] entre las fieras que de los hombres hace el subdesarrollo aglomerante. El caos civil, producido por la famélica concurrencia urbana de cancerosa celeridad, se ha constituido, gracias al vórtice capitalino, en un ideal: el país entero anhela deslumbrado arrojarse en él, atizar con su presencia el holocausto del espíritu. El embotellamiento de vehículos en el centro y las avenidas, la ruda competencia de buhoneros y mendigos, las fatigadas colas ante los incapaces medios de transporte, la crisis de alojamiento [...] todo es obra de la improvisación y la malicia. Ambas seducen fulgurantes, como los ojos de la sierpe, el candor provinciano para poder luego liquidarlo con sus sucios y farragosos absurdos”.



Y continúa:



“La city se ha erguido con pobres imitaciones de rascacielos, pero rumbo al Pacífico han surgido barrios populosos (La Victoria, Breña, Lince) y, más cerca del mar, barrios residenciales (San Isidro, Miraflores, Monterrico), todos de caótica arquitectura donde el tudor y el neocolonial se codean con el contemporáneo calcado, salvo excepciones, de magazines norteamericanos. Clase media y burguesía grande se sitúan en estas dos clases de barrios fronterizos. La masa popular se hacina, en cambio, en tres especies de horror: el callejón, largo pasadizo flanqueado de tugurios misérrimos; la barriada, urbanización clandestina y espontánea de chozas de estera que excepcionalmente deriva en casita de adobe o ladrillo, y el corralón, conjunto de habitaciones rústicas en baldíos cercados”.



¡Qué incapaces han sido los líderes y políticos, de todas las tendencias, en enfrentar la crítica salazariana con resolución! ¡Han tenido cuarenta y seis para hacerlo! Verdugos y víctimas de su propia ignorancia, dictadores y presidentes, alcaldes de derecha, de centro y de izquierda, todos trataron a la ciudad en la que vivimos como Edmundo Dantés al Conde Mondego: como una venganza.



Pero nosotros, los habitantes de Lima, también somos responsables de seguir viviendo, como dice el poeta, invadidos de escombros. De tanto recitar nuestro cuestionamiento al pasado sin comprenderlo, ni hacer nada para cambiarlo, de tanto no leer ni aprender de nuestra historia más que los maestros nos decían, de tanto perder el tiempo siempre con hembras y en fiestas, como diría el cantante de los cantantes, de tanto ser esos fulanos de lágrima fácil y estómagos frágiles, que sólo servimos para criticar, nos hemos afincado en el ayer con la misma fuerza que nuestros antecesores, a los que Salazar Bondy criticaba acerbamente.



Así las cosas, todavía padecemos ese glorificar un pasado que nunca fue, como nos dice el autor de Voz desde la vigilia. Citémoslo. “nuestros ojos miran el espejismo de una edad que no tuvo el carácter idílico que tendenciosamente le ha sido atribuido y que más bien se ordenó en función de rígidas castas y privilegios de fortuna y bienestar para unos cuantos en desmedro de todo el inmenso resto”. Y continúa: "parece no haber escapatoria a llevar la cabeza de revés, hipnotizada por el ayer hechizo y ciega al rumbo venidero".



Así es: los más pobres se aferran a los recuerdos de sus pueblos misérrimos, los que evocan, en su obstinada ebriedad, en fiestas patronales y clubes departamentales, en sus yunzas y corta montes; los más encumbrados, a los de sus casonas de amplios ventanales y sus báquicos cócteles; los medianos, al mito de la jarana y el callejón de un solo caño, a la encerrona de salsa dura, a la pollada y la pichanga de aquéllas, que ya no se hace más.



Para el grácil componedor de Cuaderno de la persona oscura, Lima es la ciudad Gorgona, una "máquina destructora de fantasmas", que logra en todos una "enérgica limpieza del inconsciente del pueblo desviado de sí mismo por la petrificante Medusa pasatista". Esta metáfora salazariana es extraordinaria, pues así como Medusa podía matar después de muerta, y nada se resistía a la visión de sus ojos terribles, el oprobioso retorno al pasado de todos los limeños hoy, en pleno siglo XXI, acontece por una visión que lleva más de doscientos años en lo profundo de la fosa.



Pues bien, si la visión sobre Lima ha sido una estafa desde siempre, la “envoltura patriotera y folclórica de un contrabando”, como escribe Salazar Bondy, ¿qué es en realidad? Si el sueño del pasado es horrible, y el actual lo repite, sólo tenemos el futuro. Qué contradictorio y complejo que afirmemos esto en La Estación de los Desamparados, que languidecía como un navío encallado, desamparada ella misma, pues los trenes de pasajeros hacía muchísimo que no pasaban por aquí.



Si en Lima sólo nos queda el futuro, debemos decir que es peligroso pensar en él. Lo es, porque los políticos y líderes de todo el espectro no quieren que pensemos en el futuro de nuestra ciudad, y de cómo la visionamos desde nuestro presente. Por eso nos aturden con un transporte y un tráfico monstruosos, como el Escila y Caribdis que enfrentara Odiseo, con las calles rotas que nos enfurecen, con las miserias televisivas y su fashionismo frívolo y vacío, como los ojos de los maniquíes, o como aquellas alimañas que quieren que Lima sea una segunda Habana, destruida hasta el delirio, o la versión sangrienta de Phonm Penh, la otrora bella capital de Camboya, con todas las víctimas del comunismo maoísta – hoy desfilando en San Marcos – apiñadas en sus calles. Están desesperados porque no pensemos.



Por eso es tan importante este libro. Porque llama la atención sobre esa Lima perricholesca cuyo pueblo, como la diva huanuqueña, es caprichoso, impredecible, desmemoriado, difícil, escandaloso, avergonzado de sus pecados y dado a la mojigatería en ocasiones, generoso, pero que acaba siempre sometido a los intereses de los Amat y Juniet del siglo XXI, pues acata sus valores y muestra en todo momento su reticencia a los brotes del individualismo creador y libertario – en el que me sitúo – o a cualquier atisbo de diferencia con respecto a los intereses populares y la mejora de su calidad de vida, que empieza, como todos sabemos, por casa.



En las palabras del amante de Micaela Villegas – que Palma le hace decir – se encuentra la clave de la solidez del sistema mercantilista que debemos derrumbar: “Mi querido pueblo resiste todo. Le daremos espectáculos y algún buen escándalo que entretenga sus pasiones y apacigüe su humor”.



Así, nos llama a pensar Urpi Arcos, en su texto Amaneceres limeños, donde dice: “Lima la provinciana / donde su antagonista es ella misma / la que absorbe a bocanadas la esperanza / y la regurgita irónicamente en más coraje”, o en Nova Lima, donde agrega “En Lima se aprende a salir de nuestros suicidios mentales”. Lima es la ciudad donde “nadie se conoce y nadie necesita hablar” como sostiene Johan Espinal Colqui en Noche de fiebre en el Cine Colmena. Para Lena Retamoso Lima “es la sustancia almacenada en mi médula”.



Por su parte, Mercedes Espinoza nos susurra: “aunque me encuentre en el delirio de alguna noche / lejos de ti hembra urbana intensa palpitante bizarra ciudad de luces artificiales”. A su vez, Helmut Jerí nos advierte que “Lima es una ciudad impropia / para los enamorados y los cobardes” en su poema Monólogo de un animal silvestre. Ecológica, Karen Quintana sostiene que “Lima es un mundo de reciclaje”. Carlos Luján nos desafía con su definición en El ciudadano: “Así me alejo, entre la muchedumbre callejera vestida con trajes de lino y de cólera”. Y no podemos resistirnos al descanso de Lena Luna en Lima, mi ciudad: “reposo en ti como el ave tras días de aventuras”.



En el texto más interesante del libro, Diez imágenes de Lima, Paul Cañamero nos ofrece un arrebato de lucidez, muy cercano al ya comentado poeta de Máscara del que duerme, que aplaudimos: “Lima es el país del Perú / es una terrible ballena que se come hasta las cabezas de las brujas enloquecidas”. Finalmente, en el borde filoso del desencanto, escribe Carla Astoquilca en Lima 21/12/09, que nuestra capital es “la ciudad de nadie donde todos llegan y sin saber se quedan”.



Pensar en una ciudad nueva es nuestra tarea. La antología que presentamos sobre Lima es un prístino reflejo de cómo afecta ese temperamento medieval y anti moderno a espíritus asertivos y sensibles. Para convertir a Lima en una capital moderna y viva, es preciso seguir a quienes quieren dotarla de civilidad. Los poetas que habitan esta antología son un buen punto de partida. Los invito a leerlos con atención. A su modo de ver, las exclusiones que nos presentan deben servirnos para corregirlas, para enmendarlas, para sustraernos de ellas. Que su lectura nos señale el camino para hacer de Lima la ciudad que sus artistas en verdad deseamos: moderna, habitable, incluyente.

Muchas gracias.

1 comentario:

  1. MUY INTERESANTE TEXTO SOBRE LIMA TANTO LOS DIBUJOS COMO LOS POEMAS REFLEJAN UNA VISION JOVEN DE LIMA QUE NO ES TAN DISTINTA. ESPERO PRESENCIAR NUEVAMENTE EVENTO CULTURAL COMO ESTE

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